Durante años pensé que para escribir necesitaba tiempo, inspiración, silencio absoluto y (por qué no decirlo) cierta genialidad innata.
Spoiler: no necesitaba nada de eso. Solo necesitaba escribir.
Y no un día suelto. No cuando las musas se dignaban a visitarme. No cuando tenía “espacio mental”.
Lo que me transformó fue el gesto minúsculo de sentarme a esc…