Querido diario: tengo más tuppers sin tapa que certezas en la vida
Y no es metáfora. Bueno, sí. Pero también es literal.
Ayer me hicieron una pregunta de esas que te dejan pensando. Pero tú ahora ¿a qué te quieres dedicar? Me recordó a momentos antes que abrí el armario de los tuppers y casi me da un ataque. Cayó una avalancha plástica digna de documental de desastres naturales. Un tsunami de Tuppers redondos, cuadrados, con formas inexplicables que se acercaron a mí sacudiéndome por la cocina. Algunos amarillos del curry, sí, recordemos que hubo una época en la que comía más cosas que carnes variadas a la plancha acompañadas de verduras menos variadas. Otros arrastrando aroma a espaguetis desde el 2009. Y ni una, NI UNA, tapa que encaje.
Me senté en el suelo, rodeada de recipientes incompletos, y tuve una epifanía doméstico-existencial: soy exactamente igual que este cajón. Tengo la estructura, pero me faltan piezas. Voy por la vida intentando encajar en sitios que no tengo del todo claro si están hechos para mí. Me apunto a cosas que no necesito. Y arrastro proyectos como si fueran restos de lentejas pegadas al fondo.
Los tuppers sin tapa son como esos proyectos que empiezas con ilusión y ahora están abandonados al fondo del armario de tu alma. Los tuppers son esos calcetines sin el par, las canciones que ya no escuchas pero no puedes borrar, los mensajes que no respondes pero tampoco eliminas.
He sido muchas cosas: becaria malpagada, empleada estable con crisis existencial, freelance estresada, emprendedora con síndrome de la impostora y, en mis mejores momentos, community manager sin entender el algoritmo (ni ganas). Tengo habilidades, claro. Experiencias, sí. Ganas, a veces. Pero a la hora de la verdad, no sé dónde encajo. Como ese tupper con forma de estrella que nadie recuerda haber comprado. Y todos sabemos que esa tapa nunca va a aparecer. Es probable que la tirara un día en el que la viera y me diera cuenta que no tiene ningún sentido.
¿Y qué hago? Lo de siempre: pruebo tapas. “¿Y si hago este curso de productividad?” No encaja. “¿Y si me meto en LinkedIn y actualizo el perfil como si tuviera todo clarísimo?” No encaja. ¿Hay algo que me de más pereza que la gente en LinkedIn en este momento? No lo creo. “¿Y si monto un negocio de velas artesanales hechas con la cera de mis frustraciones?” El más próximo al acierto.
La sensación es esta: tengo un montón de piezas, pero no sé qué sistema las une. Y mientras tanto, el arroz se enfría, y yo intento taparlo con papel film emocional.
A veces me consuela pensar que nadie lo tiene todo claro. Que la idea de una carrera coherente y lineal es un mito vintage. Que somos muchas las que trabajamos desde la intuición, el caos y el multitasking emocional.
Y no sé en qué momento esto se convirtió en una reflexión sobre la vida. Yo solo quería encontrar dónde guardar el arroz que me sobró de la comida. Pero claro, cuando una está al borde del colapso y con hambre, cualquier cosa sirve como símbolo de la fragilidad humana.
Así que no, querido diario, no encontré la tapa que buscaba. Pero encontré algo mejor: la certeza de que la incertidumbre también es un camino. Inestable, sí. Desordenado, también. Pero mío.
El día que tenga todos mis tuppers con su tapa, sabré que algo anda mal. Porque la vida, como el cajón de la cocina, no está hecha para el orden perfecto. Está hecha para intentar encajar como se puede y tapar con papel film cuando no hay otra.
Luli ✨
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Esto sí que me dio risa porque precisamente estoy como empleada temporal en un kiosko de velas artesanales 😳 😂 🤣
Nunca me había sentido tan identificada con un tupper sin tapa jajajaj
Taparemos con papel film nuestros tuppers hasta que encontremos o nos inventemos una tapa que nos encaje